Margarita Barrientos

Barrientos.jpg

Margarita Barrientos nació el 12 de octubre de 1961 en Añatuya, una pequeña ciudad de la provincia de Santiago del Estero en Argentina. Tuvo una vida difícil y sufrió desde pequeña lo que implica vivir bajo la línea de pobreza. Su madre falleció cuando ella era adolescente y al poco tiempo su padre la abandonó. Decidió partir hacia Buenos Aires, pero la pobreza de una metrópolis no era igual a la del campo y las amenazas que existen para una chica sola y joven son muy grandes. Margarita las padeció pero siguió adelante, con esa fuerza que la mueve hasta hoy.

Con el tiempo se instaló en el barrio de Lugano y luego en Los Piletones de Villa Soldati. Se casó con Isidro Antúnez y tuvieron 9 hijos propios y 3 hijos del corazón. Trabajó limpiando casas y junto a su esposo se dedicaron al “cirujeo”, la recolección de desperdicios urbanos. Salían con un carro a caballo a las 4 de la mañana para juntar comida y, si tenían suerte, algunas cosas que lograban vender.

Las casas en las que ella vivió tuvieron techos de chapa o de nylon y a veces ni siquiera tenían paredes. También vivió en la calle. La comida faltó en muchas oportunidades y el agua potable también escaseaba. Las situaciones de riesgo eran constantes, para ella y para su familia.

En medio de ese caos, a Margarita le preocupaba la situación de sus vecinos porque algunos no conseguían ni siquiera comer todos los días, entonces decidió compartir lo poco que ella y su familia tenían. Empezó a servir comida para otros chicos, que no eran sus hijos, pero que con el tiempo casi lo serían. Repartía lo que conseguía del cirujeo, pero nunca alcanzaba.

Con muchísimo esfuerzo y de la mano de su gran compañero, Isidro, el 7 de octubre de 1996 iniciaron el comedor dando de comer a 15 chicos y a un abuelo. Lo llamaron “Los Piletones”, igual que el barrio. Era tan fuerte su lucha y su dedicación que el comedor fue creciendo hasta hacerse conocido por otros activistas y de a poco, el nombre Margarita empezó a circular en los medios de comunicación.

En 1999 recibió el premio como mujer del año en Argentina y eso la ayudó a hacer conocida su causa. Entonces empezó a recibir ayuda económica de distintos sectores (privado, gubernamental, sociedad civil). Aprovechó esa oportunidad para expandir el comedor y empezó a servir 3 comidas diarias a más de 2000 personas. Además, puso en marcha una guardería y un jardín de infantes donde brindan contención, educación, alimentación e indumentaria; consultorios de clínica médica, ginecología, pediatría y odontología; una farmacia; talleres de carpintería y costura; una ropería; una panadería; una huerta hidropónica; un hogar de día para abuelos; una orquesta sinfónica para niños y un refugio de medio tiempo para las mujeres que sufren violencia de género. Todo de acceso gratuito y atendido en su mayoría por la gente que en forma voluntaria se suma a la causa de Margarita.

Todos los días desde muy temprano supervisa personalmente el trabajo que se hace en los centros de asistencia que fundó en Los Piletones. Aunque no tuvo el privilegio de terminar el colegio, se ocupa de la actividad de cada uno de los lugares de ayuda que creó, tomando decisiones sobre construcción, cocina, aspectos legales, cuestiones educativas y contables. Se involucra voluntariamente en todo el trabajo comunitario que se lleva a cabo en el barrio y recibe ella misma a las personas que se acercan a pedirle ayuda.

Margarita se convirtió en un referente de la actividad comunitaria y esa exposición, aún cuando se trata de servicio, tiene sus contrapuntos. Enfrenta a menudo denuncias y reclamos de diversos sectores con distintos intereses. Sin embargo, dice que esas trabas no la frenan y luego de tantos años ella sigue apostando a la solidaridad.

Margarita tiene otro sueño: mejorar las condiciones de la gente que vive en su pueblo natal, donde creció junto a sus hermanos y a sus padres: Añatuya. Envía comida pero nunca es suficiente. Quiere hacer una obra parecida a la de Los Piletones, donde también pueda asistir en cuestiones médicas, de educación y de prevención de la violencia.

En 2017, su vida sufrió un nuevo golpe: durante la construcción de un comedor en Santiago del Estero, Isidro sufrió un coma diabético y falleció pocos días después. Ese fue uno de los momentos más duros y tristes en la vida de Margarita. Pero como siempre, siguió adelante, gracias a su fuerza y al apoyo de sus hijos que también intervienen activamente en sus causas.

--------------

Margarita Barrientos was born on 12 October 1961 in Añatuya, a small city in the province of Santiago del Estero, Argentina. She’s had a tough life and since she was little, she has known the hardships of living under the poverty line. Her mother passed away when she was a teenager and her father abandoned her soon afterwards. She decided to leave for Buenos Aires, but being poor in the city is not the same as being poor in the countryside, and in a city, a young girl on her own is exposed to great dangers. Margarita faced those dangers and carried on with the strength that continues to drive her to this day.

Over time, she settled in the neighbourhood of Lugano and, later on, in Los Piletones in Villa Soldati. She married Isidro Antúnez and they had 9 children together, fostering a further 3 that she considers her own. She cleaned houses for a living, and together with her husband, they collected and sold urban waste. Every day, they would leave their home with a horse-drawn cart at 4 o’clock in the morning to look for food, and if they were lucky enough, to find some things they could sell.

The houses she lived in had corrugated tin or perhaps nylon roofs, and didn’t even always have walls. She also spent time living on the streets. Food often wasn’t plentiful enough, and drinking water was also scarce. She and her family were constantly faced with risky situations.

Amidst that chaos, Margarita was worried about the situation in which her neighbours found themselves because some of them didn’t even manage to eat every single day; so, she decided to share whatever she and her family had with them, no matter how little. She started feeding other children who were not her own, but who eventually came to feel part of the family. She shared what she could get from waste picking, but it was never enough.

With enormous effort, Margarita and her formidable partner, Isidro, set up the soup kitchen on 7 October 1996, feeding 15 children and an elderly man. They named it “Los Piletones”, after the neighbourhood. Her struggle was so fierce and her dedication so great that the soup kitchen grew and grew until it became well-known among other activists, and little by little, Margarita’s name started to circulate in the media.

In 1999, she received the Woman of The Year Award in Argentina, something that helped further awareness of her work. From then on, she began to receive financial aid from different sectors (private, government and civil society). She took advantage of the opportunity to expand the soup kitchen and started serving 3 daily meals to more than 2000 people each day. In addition, she put a child care centre and a kindergarten in place, where they provide support, education, food and clothing; a health centre which offers GP, gynaecology, paediatric and dental care services; a pharmacy; a carpentry and sewing workshop; a clothes shop; a bakery; an hydroponic garden; a day care centre for the elderly; a symphony orchestra for children and a part-time shelter for women who suffer from gender violence. All these services are free and are mostly run by people who voluntarily take up Margarita’s cause.

From early on each morning, she personally oversees the work done in the assistance centres she founded in Los Piletones. Although she didn’t have the privilege of finishing school, she takes care of the activities in every single one of the assistance centres she founded, making decisions on construction, cooking, legal, educational and accounting matters. She gets involved in all the community work carried out in the neighbourhood voluntarily and she herself receives people who turn to her for help.

Margarita has become a model of community work and that popularity, though associated with helping others, has drawbacks. She frequently deals with complaints and demands from different sectors which have their own diverse interests. However, she says that these obstacles don’t hinder her and that she continues to believe in solidarity.

Margarita has another dream: to improve the conditions of the people living in her hometown, where she grew up with her siblings and parents: Añatuya. She sends food, but it is never enough. She wants to do something similar to that which she achieved in Los Piletones, providing assistance with health care, education and the prevention of violence.

In 2017, her life was dealt a heavy blow: during the construction of a soup kitchen in Santiago del Estero, Isidro sank into a diabetic coma and he passed away a few days later. That was one of the hardest and saddest times in Margarita’s life. But, as ever, she carried on thanks to her strength and the support of her children who also take active part in her work.