Patricia Ortega

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Patricia se crió en La Matanza, Provincia de Buenos Aires y desde los 29 años vive en la villa 1-11-14 del Bajo Flores. A los 22 años nació su primera hija y para cuando se mudó a Flores ya tenía dos hijos más. Ella conoció y sufrió la droga bien de cerca y decidió, junto a Sebastián, su esposo, buscar la manera de que sus hijos no la padecieran.

Con esfuerzo, los anotaron en un club deportivo para que entrenaran. Las chicas empezaron a practicar hockey y todo marchaba bien. Pero es un deporte caro: había que pagar la cuota del club, la ropa, el palo, las canilleras, el protector. Cada vez se les hacía más difícil.

Si dejaban de entrenar en el club iban a tener mucho tiempo libre después de la escuela y durante los fines de semana. En el barrio eso es un problema porque a veces, ese espacio, se compensa con droga, que está ahí, al alcance de la mano.

Pero seguía preocupada. ¿Y las amigas de sus hijas? ¿Las vecinas, las hijas de sus amigas, de sus compañeras? Las madres del barrio salen a trabajar, cuidan a los chiquitos, se ocupan de sus casas, el tiempo no da para todo y la plata tampoco. Así como sus hijas había muchas otras chicas convocadas por la droga, por el alcohol, por la delincuencia y una vez que entran en el circuito es muy difícil convencerlas de tomar otro camino.

Patricia decidió hacerlo por su cuenta y con la ayuda de su esposo empezaron a entrenar cada vez más cantidad de chicas y a destinar su tiempo a acompañar a las nenas que se iban sumando. Hasta que se armó un equipo, como los de los clubs que cuestan caros.

El equipo necesitaba un nombre, le pusieron Alentando Ilusiones. Ilusiones de ganar partidos, pero también de hacer algo distinto en el barrio.

Alentando Ilusiones nació el 3 de febrero de 2012 y ya suma setenta jugadoras que lo representan. Pato y Seba se hacen cargo solos, como pueden. Venden comida y arman rifas para conseguir plata para que las chicas puedan competir con otros equipos; para que tengan la ropa y los materiales que necesitan; para que paguen los boletos de colectivo o de tren cuando les toca jugar lejos. Patricia dedica el poco tiempo libre que tiene a contener y a ocuparse del equipo y de los entrenamientos.

La dedicación y el interés por ayudar a estas chicas le ganó al miedo porque Patricia recibió (y sigue recibiendo) amenazas por parte de los vendedores de droga del barrio, de los narcotraficantes, de los vecinos que quieren convencer a las nenas de abandonar el hockey. La amenazan en el lugar de entrenamiento, la amenazan en la puerta de su casa, amenazan a su familia, los amenazan de muerte. Patricia ocupa un lugar y un tiempo que a muchos no les conviene, quieren que deje de usar el lugar donde entrenan. Se acercan a molestarla en los partidos, a ella y a las nenas.

Finalmente, Alentando Ilusiones tuvo que mudarse. Se fueron a entrenar a una plaza del barrio porque tenían miedo que le pasara algo a las chicas. En la plaza tampoco las dejan jugar tranquilas, pero eso no las detiene. Sufren varios robos: de materiales, de los equipos y de la plata que juntan, pero siguen igual. A veces los que roban son nenes, de once o doce años, mandados por los grandes.

Patricia y Sebastián están solos en esta acción. No pueden denunciar las amenazas porque eso se transforma en un riesgo mayor para ellos. No tienen quién los defienda, pero siguen adelante y suman cada vez más gente al equipo. Ya participaron en distintos torneos y ganaron campeonatos.

Patricia conocía los riesgos que iba a enfrentar en el barrio cuando levantó su cabeza para ayudar y defender los derechos de las chicas, lo que no se imaginaba era que su familia iba a estar amenazada y que tantos nervios le causarían problemas serios de salud. Sin embargo, elige continuar, porque como ella dice “cuando hay unidad, compromiso y continuidad todo se logra.”

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Patricia Ortega grew up in La Matanza, Buenos Aires Province, and since she was 29 years old she has lived in villa 1-11-14, Bajo Flores. At the age of 22 she had her first child, and by the time she moved to Flores she already had two more. She had a close familiarity with drugs and the suffering they cause, and decided, together with her husband Sebastian, to try to find a way to avoid that same suffering for their children.

They managed, with some effort, to enrol them in a sports club where they would train. The girls began to play hockey and everything was going well. But it is an expensive sport: they had to pay a membership fee, as well as buy a kit, a hockey stick, shin pads, a protector. It was increasingly difficult to manage.

If they stopped training at the club, they’d have much more free time after school and at weekends. This is a problem in the neighbourhood, because this space can become filled with drugs, which are within easy reach.

But she was still worried. What about her daughters’ friends? Their neighbours? The daughters of her friends? And of her colleagues? The mothers of the neighbourhood go out to work, look after the little ones, take care of their homes… there isn’t enough time, or money, to cover everything. As well as their daughters, many other girls faced being drawn to drugs, alcohol, and crime, and upon entering that cycle it is very difficult to convince them to take another route.

Patricia decided to tackle the issue herself. With the help of her husband they began to train and dedicate their time to an ever larger number of girls who kept joining until a team was formed, like those at the expensive clubs.

The team needed a name. They decided on Alentando Ilusiones (Inspiring Dreams). Dreams of winning matches, but also of doing something different in the neighbourhood.

Alentando Ilusiones was born on 3 February 2012, and already has seventy players representing it. Pato and Seba have taken on the responsibility by themselves, doing whatever they can. They sell food and set up raffles in order to raise the money needed for the girls to compete against other teams; so they have the kit and equipment they need; so they can pay for bus or train tickets when they have to play further afield. Patricia dedicates the little amount of free time she has to taking care of the team and their training sessions.

Through her dedication and commitment to helping these girls, Patricia has earned continued threats from those who sell drugs in the neighbourhood, from drug traffickers, and from the neighbours who want to convince their girls to give up hockey. They threaten her where they train and in the doorway of her own home. They threaten her family, threatening them with death. Patricia’s work occupies a time and a place that doesn’t suit a large number of people. They want her to stop using the site where they train. They come to bother them during games, both her and the girls.

In the end, Alentando Ilusiones had to move. They began training in a neighbourhood plaza out of fear of something happening to the girls. They don’t leave them to play in peace in the plaza either, but this doesn’t stop them. They are robbed numerous times, of materials, equipment and of the money they have raised, but they continue on anyway. Sometimes those that rob them are children, eleven or twelve years old, sent there by the older ones.

Patricia and Sebastian are alone in this. They can’t complain about the threats because this would only increase the risks they face. They have nobody to defend them, but they continue to press ahead and more and more people join their team. They have now participated in a number of tournaments and won championships.

Patricia was aware of the risks they’d confront in the neighbourhood upon sticking their necks out and defending the rights of the girls. What she didn’t imagine was that her family would be threatened and that such stress would cause her serious health problems. However, she chooses to continue, because, as she says, “where there is unity, commitment and continuity, anything is achievable”.