Alicia Romero
Desde el año 1995 Alicia Romero ayuda a muchas mujeres en situaciones vulnerables y desde 2002 lucha por defender a jóvenes en situación de calle, violencia y droga.
Alicia Romero tiene dos hijos. Los crió sola en Villa Lamadrid, una zona conflictiva de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. Fue víctima de violencia de género hasta que decidió pedir ayuda. Se unió a distintos programas gubernamentales de asistencia para mujeres, mediante los cuales se repartía comida y se efectuaban controles prenatales a las embarazadas. Alicia trabajaba limpiando casas, dando apoyo escolar y vendiendo café en las ferias. Pese al poco tiempo y dinero que tenía se sumó como voluntaria a los programas ya que había muchas mujeres que estaban en peor situación que ella y sintió la necesidad de ayudarlas.
Durante esas tareas conoció a Isabel Vázquez, quién luego sería su socia y compañera en las acciones de servicio. Juntas levantaron sus cabezas para ayudar a otros y armaron una olla popular para alimentar a la gente del barrio. Conseguían aportes de comida de algunos programas y otro tanto lo compraban con su propio dinero. También se capacitaron como madres cuidadoras y organizaron en forma voluntaria un jardín alternativo para chicos de 3, 4 y 5 años gracias al cual muchas mujeres podían salir a trabajar mientras dejaban a los niños bajo su cuidado.
En 1996 crearon la asociación civil Manos Solidarias para canalizar sus tareas. Hoy ofrecen almuerzo gratuito a 800 personas por día y merienda a 600 personas.
En 2002 Alicia armó junto a Isabel la red de Madres contra el Paco. El paco (pasta base de cocaína) es conocido como “la droga de los pobres” por su ínfimo valor. La dosis pesa sólo entre 0,01 y 0,03 gramos. Está compuesta por alcaloide de cocaína, cafeína, bicarbonato de sodio y anfetaminas y restos de otras sustancias nocivas. Genera una estimulación rápida, pero efímera, lo cual lleva a los consumidores a la inmediata y urgente necesidad de conseguir más.
Las Madres sufrieron amenazas muy serias contra sus vidas y la de sus familias y hasta debieron mudarse luego de situaciones de extrema violencia y muerte. Tras mucho esfuerzo y dedicación lograron derribar en 2006 uno de los kioscos donde se vendía el paco.
Su lucha para ayudar a los chicos que son víctimas de las drogas, la violencia y las situaciones de calle, continúa. Desde 2013 Alicia dirige el DIAT (Dispositivo Integral de Abordaje Territorial) que junto a otras organizaciones capacitan a docentes en temas de adicciones, forman redes entre escuelas, familias y calle para contener y asistir a los jóvenes en temas legales y de salud y participan en debates sobre leyes y políticas públicas.
Principalmente trabajan en políticas de recuperación y reinserción comunitaria a través de la educación, el aprendizaje de oficios, el deporte y la construcción de lazos de contención. Para Alicia lo esencial es recuperar a los chicos de la calle y darles un futuro, un oficio, un trabajo.
Alicia está luchando por conseguir la aprobación nacional de un Protocolo sobre Comunidades Terapéuticas para que los chicos víctimas de drogas reciban evaluaciones médicas integrales, que incluyan aspectos psicológicos y se revisen las condiciones en que viven y el entorno familiar de cada uno. De esta manera, la ayuda y los tratamientos deberían dirigirse no sólo a los jóvenes sino también a sus familias.
Su lucha también incluye a las “mamás cultivas”, son madres de niños con epilepsia refractaria, cáncer y otras patologías que no encontraron mejoría con la medicina tradicional. En cambio, descubrieron resultados positivos con el uso de cannabis medicinal y por eso impulsan su utilización mediante la fundación sin fines de lucro que crearon. Alicia tomó su voz y pide que no se penalice a las madres que cultivan para usos medicinales, que se investigue cuál es el fin de la tenencia antes de procesarlas.
Ella es convocada por varios medios de comunicación y aprovecha sus apariciones para instalar y reclamar estas cuestiones. Otro tema que la convoca y al cual dedica su tiempo y esfuerzo, es a pedir que se creen centros de rehabilitación exclusivos para mujeres consumidoras. Lugares donde se las aloje junto a sus hijos, donde se atiendan las enfermedades que padecen y se las asista en terapias de recuperación.
Pese a las amenazas, Alicia sigue trabajando por el bien común, reclamando para que se brinden oportunidades laborales a los chicos que cumplen los tratamientos y que, a su vez, en los lugares de trabajo les permitan ausentarse para continuar con los mismos. Ella lucha por conseguir políticas de prevención que entiendan el problema como un tema de salud.
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Since 1995, Alicia Romero has helped many women in vulnerable situations, and since 2002, she has fought to defend youngsters who live on the streets or have suffered from violence or drug problems.
Alicia Romero has two children. She raised them on her own in Villa Lamadrid, a marginalised area in Lomas de Zamora, Province of Buenos Aires. She was a victim of gender violence until she decided to ask for help. She joined several government assistance programmes for women, through which food was distributed and antenatal care was provided for expectant mothers. Alicia cleaned houses, provided support classes for children and sold coffee at fairs for a living. Although she had little time and money, she joined in as a volunteer in these programmes because she believed that there were many women who were worse off and she felt compelled to help them.
It was through these activities that she met Isabel Vázquez who would later become her partner in her voluntary service activities. Together, they stuck their necks out to help others, setting up a communal pot to feed people from their neighbourhood. They attained some food donations from a number of assistance programmes, buying the rest with their own money. They also received training to become childminders and set up an alternative kindergarten for children of 3, 4 and 5 years of age run by volunteers, thanks to which many women could go out to work while leaving their children under their care.
In 1996, they created the civil association Manos Solidarias (Helping Hands) to better channel all their volunteer work. Today, they offer free lunch to 800 people and afternoon snacks to 600 people every single day.
In 2002, Alicia, together with Isabel, set up the Madres contra el Paco (Mothers against Paco) network. Paco (cocaine residue) is known as “the poor man’s drug” due to its inexpensive cost. One dose weighs just between 0.01 and 0.03 grams. It is made up of cocaine alkaloid, caffeine, sodium bicarbonate, amphetamines and the residue of other harmful substances. It causes rapid stimulation, but its effects are short-lived, meaning consumers feel the immediate and urgent need to get more.
The Mothers have received very serious threats against their lives and the lives of their families and have had to move house after experiencing situations of extreme violence and even death. After much effort and dedication, in 2006, they managed to have one of the kiosks where paco was sold demolished.
Her fight to help children who are victims of drugs, violence and homelessness continues. Since 2013, Alicia has run the Comprehensive Territorial Approach Mechanism (DIAT) which, together with other organisations, trains teachers in matters relating to addictions; sets up inter-school, family and street networks to support and help youngsters with legal and health issues; and takes part in debates over legislation and public policies.
They mainly work on rehabilitation and community reintegration by means of education, apprenticeships, sports and building support networks. The essential issue for Alicia is to take the children off the streets and provide them with a future, skills and a job.
Alicia is battling to attain national approval for a Protocol for Therapeutic Communities so that young people who suffer from drug problems receive comprehensive medical check-ups that include psychological elements as well as having their family backgrounds and their living situations assessed. In this way, the help and treatments provided should cover not only the youngsters but also their families.
Her fight also includes “cultivating mothers”: these are mothers whose children suffer from refractory epilepsy, cancer and other pathologies that haven’t improved with traditional medicine. Instead, they have found positive results using medicinal cannabis and, because of that, they promote its use through the NGO they have created. Alicia has used her voice to ask that mothers who cultivate cannabis for medicinal not be criminalised; that the reasons surrounding their possession of cannabis be investigated prior to prosecuting them.
Various media outlets have approached her and she takes advantage of her media appearances to set off debates and voice complaints over these issues. Another issue that is close to her heart and to which she devotes her time and effort is asking for the creation of exclusive rehabilitation centres for women who are drug users. In these places, such women would be provided accommodation with their children, receive treatment for the diseases they suffer and be offered the rehabilitation treatments that they need.
In spite of the threats received, Alicia keeps on working for the greater good, asking for job opportunities for youngsters who complete their treatment, and, at the same time, asking that their employers permit them time off to continue on their programme. She fights to get prevention policies that consider this to be a health matter, as opposed to a criminal one.